Concurso de relatos sobre enfermedades crónicas

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7 de noviembre de 2009

FELICIDAD


Quizá la palabra más utilizada en este mi libro-blog es felicidad, pero es lo que me queda de esta lucha, felicidad, mucha felicidad, que un día se nubló, pero volví a ponerme mi nariz roja para reírme del mundo, para tocar con ella la felicidad.
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Quizá no supe lo que significaba felicidad hasta que enfermé. Mi vida tornó 180 grados, cambié mis pensamientos, mi actitud; cambié de paisaje, de guión, y llegué hasta ella, la felicidad.
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Quizá el mundo no quiere verla, a veces preferimos la pena o la lástima, preferimos la tormenta al chispeo, elegimos llorar a luchar; y yo era así, jugando al escondite con ella, hasta que la encontré y me niego a soltarla de la mano.
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Quizá es más fácil ignorarla, por temor a que se acabe, pero lo que no sabemos es que no tiene límites, no se pierde, nos perdemos nosotros. En todo momento podemos encontrar un apéndice de ella, en la soledad, en la compañía, en los buenos y malos momentos, siempre nos rondará y tendremos que ser nosotros capaces de distinguirla, agarrarla con fuerza y dejarnos embriagar de ella.
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Quizá no es justo el tener que buscarla, pero, aunque viene innata, somos nosotros los que la maquillamos y la camuflamos, y ponemos en su etiqueta extras que se supone que hará que sea más grande, y no es así, la felicidad no se puede adornar, no se compra, no se vende, la felicidad es sentirse bien con uno mismo, es dejarse acompañar con los que nos quieren, es mimar y dejarse mimar, es respirar y ser respirado, es besar y ser besado, es amar y ser amado.
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Quizá la busquemos con los métodos inadecuados, pues para encontrarla sólo hay que sentir paz, sólo hay que dejarse llevar, y sobretodo, hay que luchar para no perderla. A veces pensamos demasiado, y la perdemos de vista; nos anticipamos a hechos, y eso nos hace dejarla apartada de nosotros; a veces intentamos vivir la felicidad de otro, con el consiguiente resultado de no gozar ni de una ni de otra, pues cada uno tenemos nuestra propia e intransferible felicidad.
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Quizá se puede nublar, pero si te dejas enseñar y aprendes, no hay nada que la impida, a mi ni el cáncer me ha impedido abrazar y no soltar a la felicidad.

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