Concurso de relatos sobre enfermedades crónicas

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13 de marzo de 2010

VISIONES


Una vez, hace mucho mucho tiempo, vivía en una vida que no tiene nada que ver con la que estoy viviendo ahora. Hace mucho mucho tiempo era una persona con miedos, muchos miedos, con inseguridades, sin confianza y sobretodo, una persona con unos valores de los que hoy en día apenas quedan restos de ellos.


El pasar por mi lucha contra este enemigo de nombre feo me ha reportado una calidad de vida que antes dudaba que existiera, tan solo en películas. Cual el protagonista de una película en la que le visita su ángel de la guarda y le muestra su vida en un futuro si sigue por donde va, así me he sentido yo, aunque en lugar de ser mi ángel de la guarda quien me visitó, ha sido el cáncer (¿debería llamarlo cáncer de la guarda?). Es que he tenido un sueño en el que mi vida anterior se cruzaba con la de ahora, y he comprobado lo equivocado que estaba.


Para empezar, me ha cambiado por completo el concepto de la palabra miedo. Cuando ves que tu vida pende de un hilo, comprendes lo que es el miedo, y no es otra cosa que el privarte de gozar de todo lo bello que te rodea, de todas esas experiencias que vamos viviendo día a día, segundo a segundo, y a veces no prestamos atención. El miedo que antes yo sentía era tangible, se podía palpar, era un miedo material, pero he aprendido que eso no es miedo; el miedo no se puede medir, no se puede contar, no se puede tocar, el miedo es todo aquello que te priva de alcanzar la felicidad, la estabilidad emocional, la confianza en ti. El miedo es lo que hace que tus sueños carezcan de credibilidad.


Para mí, la salud no era más que una forma de ganarse la vida otras personas; los que te venden el jarabe milagroso para quitarte la tos, los que miran a través de una lupa electrónica el interior de tu oído, y los que te tocan la campanilla con una paleta de helado. Pensaba que la salud era algo innato a nuestro organismo, que no se iría nunca. Pero hoy sé lo que es la salud, y no es otra cosa que el pilar de nuestra vida. Hoy para mí, la salud es mi más preciado tesoro, aquello que debes esconder para que no te lo quiten.


Quizá antes pudiera considerarme avaricioso, porque ansiaba tener todo lo material que se pudiera tener. Quería ser rico, millonario, pensaba que la felicidad se medía en monedas, que cotizaba en bolsa, pensaba que la calidad de vida estaba ligada a la cantidad de dinero que se poseía. Cuantas horas de sueño perdí por planear la forma de ganar más y más dinero. El dinero es efímero, va y viene, viene y va, pero la felicidad no. Una vez que te topas con ella es imposible dejarla escapar. No se compra, no se vende, no se presta. Hoy en día sigo siendo avaricioso, pero avaricioso de felicidad.


Quizá suene a místico, a fantástico, a irreal, pero he tenido una visión, y quiero seguir viviendo esta nueva vida, no cambio nada de lo que tengo. Porque soy rico en felicidad.

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