Concurso de relatos sobre enfermedades crónicas

Concurso de relatos sobre enfermedades crónicas
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30 de enero de 2009

HACE UN AÑO COMENCÉ A DESHOJAR MARGARITAS

Hoy, treinta de enero, hace justo un año en el que mi vida tornó sin querer. A pesar de que estaba de pruebas, ya que un bulto salió a la luz, en mi cerebro desalojaba margaritas, deseando, suplicando, rogando que no fuera nada, aunque rondaba la idea de que fuera lo que es, le pedía a la margarita que se tratara de un susto.

Pero justo hace un año arranqué el último pétalo de esa margarita, y la respuesta fue muy clara y concisa. La respuesta era cáncer.

Justo hace un año, en este mismo momento lloraba sin parar, a escondidas, para que mis hijos no me vieran; buscaba un escondite, un lugar para mí, sólo para mí. Fue tan grande la caída que no había nada que me hiciera reaccionar. Cuando dolor me causaron esas palabras que, a la una de la tarde salían de la boca de un desconocido de bata blanca. Quise cerrar los ojos, que pasara el tiempo, pensé que comenzaría mi agonía, me aterraba dar lástima, me horrorizaba pensar que desaparecería, que mis hijos crecerían sin mi presencia, sin mis consejos y sin mis riñas.
Justo hace un año estaba tan asustado que no veía nada claro. Todas y cada una de las hojas de la margarita decían no, un no muy rotundo, muy severo, un no lleno de tortura, de sacrifico, un no vacío de esperanza.
Justo hace un año estaba equivocado, porque ha sido un paseo por todos y cada uno de los sentimientos, hasta llegar a deshojar los pétalos de la margaritas en los que la confianza, la ilusión y la magia de la vida están presentes, unos pétalos llenos de síes, de seguridad.
Hace un año que mi vida se unió a una margarita llamada cáncer, y cada vez hay más pétalos positivos. Justo hace un año que comencé a deshojar margaritas.

29 de enero de 2009

EL TIEMPO EN MIS MANOS.


El tiempo pasa, emigran los pájaros huyendo del frío, enfundamos de nuevo en el trastero el viejo árbol de navidad que hemos vestido con sus mejores adornos para lucir unas fechas entrañables, la vuelta al cole con las pilas cargadas y todos los niños hablando de cuanto y cuanto le han traído, y como todo pasa, mi periodo de descanso también; comienzan las pruebas para un nuevo duelo, solos el cáncer y yo, yo y el cáncer.
Febrero es uno de mis meses preferidos, mis hijos cumplen años en este mes, tiene menos días, con lo que se avanza más rápido el año, y espero que también lo pueda recordar como el mes en el que destruí un poco más a mi enemigo. Ojalá lo destuyese por completo, pero como no será posible, ni quiero, porque pretendo que cuando acabe con él sea para siempre, de una forma definitiva, y eso no congenia con las prisas ni la rapidez.
Ya tengo el frigorífico lleno de las famosas citas médicas, todas ellas sujetadas por imanes, para que no se me olvide ninguna, aunque, las tengo apuntadas tan afondo en mis entrañas, que sería difícil. Cada una de ellas tiene una misión importante, diferentes entre sí, pero con un mismo fin, ser destructivas ante un mal.
Primero llega la extracción de sangre. Antes no podía mirar cómo me la extraían, caía redondo, pero, desde que estoy abonado a la sala de extracciones, miro más detenidamente esos glóbulos que salen de mi vena para llenar unos frascos, y pienso, sed fuertes, tenéis que ayudarme, sois la voz de mi interior, sois quienes me informáis de como va el proceso, y sé que no me vais a defraudar.
Después viene el tac. Y también pienso cuando estoy metido en ese tubo, con una camilla que avanza y retrocede mientras un gigantesco anillo fotografía mi tórax. ¡Cómo me gustaría tener una visión especial para poder adivinar los resultados en ese justo momento a la vez que ese gigantesco anillo dibuja mi tórax! Cuando noto que el contrate entra en mi interior, sintiendo una oleada de frío suero recorriendo mi ser, mis nervios se ponen a flor de piel. Es cuando pienso en ese mal de nombre feo, me vienen flash-back de todo lo que he pasado, los momentos malos y buenos, y es cuando más me siento orgulloso de mí, de poder llevar de la mejor forma mi enfermedad.
Una vez realizadas las pruebas, comienzan los informes. Ahí no pienso, o pienso todo junto, no sé, una sensación de nerviosismo y pasividad, de alegría y tristeza, me convierto en mi todo y en mi nada.
Pero todo llegará, porque ahora, disfruto de cada instante, porque ahora he conocido la felicidad, porque ahora, ahora tengo el tiempo en mis manos

18 de enero de 2009

A MI ABUELA (sé que donde estás me proteges y cuidas)


Querida abuela:
Aunque hace mucho que no me dirijo a ti, quiero que sepas que no hay un solo día que no me acuerde de ti, de tus gestos, de tu forma de caminar (o saltar), de las frases típicas y tópicas que decías día tras día, de tus vestidos, de tu olor.
Te fuiste hace dos años y medio, y aunque hubo un momento en el que los médicos decían que no recordabas nada, yo quiero pensar que sí, que nunca nos olvidaste, que nunca me olvidaste. Y ahora, que estás en otro lugar, sé que tampoco lo harás.
Desde que te fuiste, la familia ha crecido; a día de hoy serías bisabuela por novena vez. A mi dos niños, siempre le cuento cosas tuyas, los poemas que recitabas, los dulces que hacías, y que era la excusa perfecta para reunir a toda la familia; hago todo lo posible para que no te olviden, y lo he conseguido, hablan mucho de ti.
Como sabrás, también mi vida ha sufrido algún que otro cambio. Hace un año que me detectaron cáncer. Al principio, me vi solo, desorientado, casi sin ganas de vivir, tenía miedo, mucho miedo. Me sentí vacío, perdí la ilusión y pensé que todo acababa. Pero te alegrará saber que eso sólo duró cuatro días.
Al quinto día, decidí luchar, decidí no acobardarme ante algo de nombre tan feo; al quinto día resurgí de mis miedos y temores para combatir. !Y no veas con qué ejército me he hecho!
Las noticias sabes que corren como el agua en río, y de buenas a primeras me empecé a encontrar con un montón de soldados que se preocuparían en no dejarme caer al vacío. Empecé a notar el cariño de tanta gente, que sólo por eso valía la pena luchar. Si tenía algún día nublado, mi alrededor me daba mil y una razones para estar feliz, y conseguía hacer desaparecer esa nube que tapaba la felicidad.
Comencé a radiarme, y, entre lo químico y mis ganas por vivir, comenzamos a derrotar a ese monstruo llamado cáncer. Hasta hoy todo va sobre rueda.
Entonces, descubrí que se puede ser feliz, que yo lo era, y mi mayor propósito era hacerlo saber, correr la voz para que la gente fuera feliz. Empecé a descubrir lo maravillosa que es la vida, me di cuenta que antes de esta enfermedad, estaba dejando pasar momentos mágicos.
Abuela, sé que desde donde estás, me proteges; a diario te siento a mi lado, y sé que nunca dejarás que me rinda. Sé que eres un soldado más en mi batalla, es más, desde hoy te condecoro con el mayor galardón que exista, porque, desde donde estás, me mandas tu fuerza, y optimismo, la misma que antes en vida siempre nos daba.
Esto va por ti abuela, de tu nieto que tanto te quiere y tanto te recuerda.

9 de enero de 2009

EL CUENTO DE LA FELICIDAD


En un mundo donde todo pasaba sin percibir los aromas de la felicidad, un pequeño ser quiso cambiar el mundo. Contaba con todo lo suficiente para ser feliz, a pesar de tener una salud delicada, muchas horas en un trabajo donde se le escapaba buena parte del día y un sin fin de problemas cotidianos. A pesar de todo era feliz. La gente susurraba a su lado, - no es posible, ¿cómo puede ser feliz?-. Pues lo era, y no sólo feliz, sino muy feliz.
Cuando este ser se levantaba, pensaba en las cosas tan maravillosas que le esperaba en esa jornada; cambiaba lo negativo por lo positivo. Lo que se suponía que sería una reunión interminable de trabajo, lo convertía en una reunión de amigos donde lo menos que iba a sacar sería la satisfacción de poder aprender y enseñar conocimientos nuevos. Lo que se suponía que sería un día de lluvia, lo transformaba en una jornada casera con su familia alrededor de una mesa de camilla, y todo amenizado con una charla sumamente agradable. Lo que se suponía que era una enfermedad bastante seria, como un cáncer, lo transformaba en una prueba que le mandó la vida, para poder apreciar lo bello de la vida, lo bello que es vivir. A pesar de dar sus razones, siempre lo tachaban de loco, nadie se creía que tuviera suficientes razones para ser feliz, es más, apostillaban que debería ser un ser deprimido, ya que pesaban mucho los factores negativos. Pero este ser seguía en sus treces, no quería cambiar nada, no permitía que nadie le perturbara, era feliz y punto.
Cansado de que nadie le creyese, decidió escribir sobre sus vivencias, contar que se puede ser feliz. Reunió a un grupo de personas para contarles una vivencia que le marcó, y sin querer, esa vivencia le ayudó a combatir su enfermedad.
" Hace unos años que viajé a un país que, a pesar de tener un turismo bestial, era un país pobre, muy pobre. Tenían muy poco recurso, sin embargo eran ricos en pensamientos, sabían ser felices con lo que tenían. Y lo eran, muy felices, con lo poco que tenían, lo eran. La esperanza de vida en ese país no era muy alta, había epidemias, huracanes, hambre, y sin embargo tenían una filosofía tan bella y tan distinta a la de un país desarrollado y rico que hacía que los que no fuéramos como ellos nos sintiésemos egoístas y deplorables."
Esa experiencia se le quedó grabada en el fondo de su alma, y unido a la prueba que le mandó la vida llamada cáncer, comenzó a ver todo por los ojos de las personas que había conocido en aquel viaje. Y lo consiguió, comenzó a creer en él, aprendió a no desaprovechar todo lo que había a su alrededor y que el ritmo de vida lo hacía ciego ante eso, y entonces supo lo que era la felicidad, supo lo que era ser feliz, muy feliz.

3 de enero de 2009

¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ?...


¿Por qué hacemos de lo fácil lo difícil?
¿Por qué dejamos pasar los momentos tan mágicos y brillantes que nos regala el estar vivos y solamente nos centramos en los que nos hace perder el tiempo y nuestra paciencia?
¿Por qué no nos enfrentamos a nuestros miedos para así poder vivir en paz?
¿Por qué me ha tocado tener cáncer?
¿Por qué me siento el hombre más afortunado del mundo, aún teniendo cáncer??
Todas y cada una de estas preguntas las he podido resolver durante mi lucha con el mal, con el tumor de nombre feo, muy feo.
En lo diario, nos complicamos con las cosas fáciles, nos empeñamos en buscar lo que no hay, porque no concebimos que algo sea simple, fácil, nos creemos que lo fácil tiene gato encerrado, sin disfrutar de lo que nos aporta. Los días pasan, no vuelven, y lo que dejamos atrás no lo recuperamos; mi primera moraleja ha sido el hacer lo más fácil posible mi vida, simple, sencilla, pero disfrutarla al cien por cien.
Nos nublamos, nos cegamos, nos enmudecemos ante pequeñas cosas sin ver lo que hay alrededor nuestra, sin sentir la magia de la vida. Nos hemos convertidos en robots, nos levantamos, desayunamos, trabajamos, comemos, dormimos, pero no nos detenemos a disfrutar; lo bueno de la vida no tiene etiqueta ni precio, no desgrava, pero renta mucho, nos garantiza ser libres, sin ataduras, nos da paz, nos convierte en seres magníficos y el día en el que se nos apague la luz, haremos un balance, y tenemos dos opciones, pensar que hemos desperdiciado el tiempo, o sentir que hemos sido realmente felices, que hemos hecho feliz a los nuestros y viceversa. Yo elijo la segunda opción, hoy por hoy soy una persona feliz, muy feliz.
Pocas veces me he preguntado el por qué tengo cáncer, por qué yo. No he encontrado respuesta, y finalmente he dado por hecho que me tenía que tocar a mí. La vida me ha dado un toque de atención, haciéndome vulnerable por un tiempo y saber salir airoso de los obstáculos que tenemos. Cuando acepté que tenía lo que tenía, decidí tomármelo como un regalo, porque ha sido más momentos buenos que malos los que me ha aportado. Aún así, no me lo cuestiono mucho, porque no hay respuestas para ello, o no las encuentro. Que un puñado de proteínas se hayan querido instalar en mi clavícula y trincharse, pues ahí estoy yo para luchar contra ellas. Lo mejor, el ejército que me acompaña, cada día más numeroso, cada día más fuerte, y sobretodo, cada día me siento más orgulloso de toda la gente que tengo.
Con todo lo anterior, ¿cómo es posible no sentirse el hombre más afortunado del mundo? El cáncer ha acondicionado mi vida, pero no la centra. No con todo ello quiero decir que el cáncer sea algo benévolo, todo lo contrario, pero todo tiene sus dos partes, la buena y la mala. La parte negativa de un cáncer de sobra es conocida, pero la positiva no se ha explorado, bueno, yo sí, me he sentido explorador para buscar lo bueno, y lo he encontrado. En todo este tiempo, he sido capaz de amar más, disfrutar más, reír más; me he reencontrado con tanta gente que creí haber perdido, he podido notar que importo a más gente de la que pensaba, me miman y me quieren, qué más puedo pedir.
Esto pasará, me curaré, pero jamás olvidaré lo que fui y lo que soy, ha sido mi universidad este periodo de tiempo, y estoy seguro que marcará mi sino en la vida.
Aparcamos nuestros miedos y los enmascaramos, para evitar enfrentarnos a ellos, pero en el día a día nos acordamos de ellos, dejando que la vida se esfume. Hay que plantarle cara, ser fuertes, que lo somos, aunque creamos lo contrario. A mí me dicen hace un año y medio que iba a pasar por todo lo que he pasado, y me hubiera muerto de un patatús, y mira por donde aquí estoy vivo, y lo más importante, feliz, muy feliz. Actualmente aún tengo algún que otro miedo, sobretodo por mis hijos, pero poco a poco los voy venciendo.

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