Concurso de relatos sobre enfermedades crónicas

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19 de octubre de 2008

CONFESIÓN


Hoy he oido un comentario, no sé con qué propósito, en el que, prácticamente me tomaban por loco por tomarme un cáncer como un regalo. Me gustaría, aquí en mi rincón de las confesiones, aclarar mi actitud.

Me he tomado como un regalo el aprendizaje que me ha enseñado, el priorizar lo que dejamos pasar, y en mandar al traste los problemas vanales que nos trae locos. Ha sido un camino, una ruta bastante montañosa, casi cuesta arriba, pero he apretado el acelerador para subirla lo más pronto posible, y poder divisar la paz en la que estoy ahora. Me he sentido muy solo en una sala muy fría mientras me radiaban, a pesar que sabía que tenía a tanta gente pendiente de mí. He tenido que asimilar, y no es fácil, pero o lo haces o te comen. Y a mi el cáncer me ha comido seis centímetros de mi cuerpo, y no voy a permitir que se coma más de mí. Quién me acuse de optimista, por favor, que lo haga, lo confirmo yo, soy optimista, y no pido perdón por algo por lo que me siento muy orgulloso.

Me siento el protagonista de la vida es bella, intentando hacer ver a la gente la parte buena de mi estado, pero la mala, esa me la callo, o la escribo aquí en mi blog. El optimismo no me ciega, y sé que tengo algo de nombre feo que puede derrotarme, pero, el ir andando por la calle puede ser tu último paseo, un coche puede matarte (creedme que os diga que he pasado por eso, y es la peor experiencia que tengo, el cáncer no tiene nada en comparación a lo que viví con 16 años), o quién dice que no se nos pueda caer un piano en la cabeza mientras lo están subiendo. La vida lleva a la muerte y mientras llega la muerte hay que saber gozar la vida; y cuando llegue ese momento, quiero pensar que he el tiempo que he vivido he sido feliz, porque soy feliz, con mi cáncer, sí, a pesar de eso soy feliz por todo lo que me ha dado y me ha enseñado. No quiero ser macabro por estas palabras, pero es lo que siento, y me reitero, no me arrepiento de pensarlo.

El día que voy a mi revisión, estoy pensando en todos los que me cuidan y se preocupan por mí, y justo es salir por la puerta, cojo el móvil, escribo un mensaje diciendo lo bien que va la cosa, y es que el teléfono cualquier día explota, mensajes de ánimo, de alegría, llamadas de vida, de gente que sé que se alegra por mí. Con todas y cada una de las llamadas se me hace un nudo la garganta, con ganas de llorar de felicidad por los regalos de oidos que me dáis; cuando leo los mensajes se me nublan los ojos y me dificultan la lectura de las cosas tan bonitas que me decís; creo que contanto esto, es imposible no ser optimista, no ser feliz, así es imposible no convertir la tristeza de una enfermedad en el regalo de la curación.

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