Concurso de relatos sobre enfermedades crónicas

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19 de octubre de 2008

ENTREVISTA (I)


Entrevistador: Buenos días, que tal?
Carlos: Bien muy bien, nervioso pero bien.

E: ¿Nervioso por qué?
C: Bueno, es mi primera entrevista, y aparte se junta que próximamente tengo otra revisión, y, aunque me encuentro bien, los nervios y el hormigueo en el cuerpo es inevitable.

E: Bueno, vayamos por partes. ¿Cuando empezó todo?
C:Pues una fecha que jamás se me olvidará. El día 30 de enero me llamaron para darme la noticia, y no se me olvidará porque al día siguiente era el cumpleaños de mi mujer, y cuatro días más tarde el de mi hijo, y sacando fuerzas de donde no las tenía tuve que tragar saliva para hacer de esos días especiales. Ese día 30 fue muy duro para mí, tener que asimilar todo y digerirlo, aunque me costó más de un día digerirlo.

E: Un día memorable, y muy cercano de fechas señaladas y de júbilo. ¿Qué sentiste? ¿Es posible describirlo con palabras?
C: Qué sentí, difícil pregunta, y más difícil utilizar las palabras adecuadas. En el momento que me lanzan la noticia no daba crédito a lo que estaba oyendo, fueron sutiles en las palabras pero tal vez no me prepararon para oirla. Quizá pensaban que lo sabía, porque me lo soltaron nada más sentarme, y después, la hora que estuvo el médico hablando de la enfermedad no lo recuerdo, porque me enfrasqué en mi mundo, empecé a imaginar que era un mal sueño, que se había equivocado, que a mí no podía pasarme eso que me estaba contando, a cualquiera menos a mí. Recuerdo que estaba deseando irme de allí para gritar, llorar, respirar, porque estaba intentado aguantar el tipo, y fue montarme en el coche, y romper a llorar. Recuerdo que se desmoronó el mundo que había creado hasta ese día, porque era felíz, y pensé que no podría ser más feliz que en ese tiempo, y todo se truncó en cuestión de minutos. Del hospital a casa lloré como nunca, en casa me vacié, pero tuve que camuflarlo para que mis hijos no me vieran. Fue un día raro, llamadas constantemente, mensajes al móvil. Es increíble como las noticias, sobretodo las malas, se expanden tan rápidamente. No cogí el teléfono, no quería hablar con nadie. Ese día quise morirme. Pero sin saberlo, ese día era el comienzo de mi nueva vida, de mi nueva felicidad. Ese día cambió mi ego, mi forma de ser, mi forma de actuar.

E: Supongo que pensaría en muchas cosas, en mucha gente....
C: Pues sí y no. Pensar piensas, pero las lágrimas ahogaban esos pensamientos, y no dejaba a flote nada más.

E: Me comentas que al día siguiente era el cumpleaños de tu mujer, y a los tres el de tu hijo. Háblame de esas celebraciones.
C: El cumpleaños de mi mujer, no fue tan alborotado de gente como el de mi hijo. Ese día fui a trabajar, sin ganas, obviamente, pero fui. Y como no había comprado nada para regalarle, saqué fuerzas para comprarlo. Después, cuando llegué a casa, estaba mi familia, tanto la política como la carnal, y como comprendían como estaba, no se habló del tema. Si que me miraban con pena, y a mi se me nublaban los ojos, pero aguanté sin llorar. Es que llebava un día como enfermo, bueno, un día desde que yo lo sabía.
El cumpleaños de mi hijo fue una prueba de fuego. No tenía ganas de celebrarlo, pero mi hijo se lo merece, así que saqué mi mejor cara, y mi mejor sonrisa y me dispuse a ir a donde lo íbamos a celebrar. Allí estaban mirándome disimuladamente, no sé que pensarían ni me importó, pero me venían y me daban un abrazo, o me daban una caricia. Ese día empecé a hablar algo más del tema, no mucho, pero empecé a desahogarme un poco, y lo más difícil, sin llorar (aunque ganas había, para qué engañarnos. Llegué a casa y como era el día de mi hijo, intenté aparentar ser el hombre más feliz del mundo, aunque por dentro estaba roto. Además, curiosamente ese día pensé si podría verle cumplir seis años, siete, ocho, veinte, treinta, cuarenta...


E: Y el tratamiento, ¿cómo fueron los días previos a empezar?
C: Bueno, había que empezar a determinar qué tipo de tumor era, para así poder aplicar uno u otro tratamiento. En mi caso había dos opciones, quimioterápia o radioterápia, en función de si la médula estaba o no afectada. Para llegar a esa conclusión pasé por varias pruebas, entre ellas la punción de la médula. No veas como me dolió, pero bueno, más dolía los pensamientos. Estando en una reunión de trabajo, recibí una llamada diciéndome que la médula estaba totalmente limpia, con lo cual el tratamiento era el menos agresivo, la radioterapia. Ese díala felicidad se reconcilió conmigo y comencé a flotar. Mandé un mensaje a mis amigos y familiares, y no veas como el teléfono empezó a sonar, no paraba, pero estaba tan feliz que quise responder a todos y cada uno de ellos.
Después empezamos a prepararme para la radioterapia, que si tac, que si tatuajes para que siempre la radio fuera al mismo sitio, y nada, empezó el tratamiento.


E: Veinticinco sesiones, en las que aparentemente no sentías nada, ¿no?
C: Sentir dolores no, sí cansancio conforme avanzaban las sesiones, pero desapareció cuando terminó. Cuando iba a darme el tratamiento, veías en esa sala a tanta gente pasando por lo que yo estaba pasando, y que nadie hablaba del tema, que empecé a valorar mi enfermedad. Mal de muchos consuelo de tonto, pero lamentablemente es así.

E: Terminaste, y después, ¿qué?
C: Después empezaron las revisiones, y toco madera, hasta la última todo iba como tenía que ir, despacito y con buena letra. El tema sanguineo está bastante controlado, vamos, casi por completo desaparecido. Ahora tengo cita con el radioterapico para ver la evolución del tumor, y por eso, tal como te comentaba al principio, son los nervios que tengo, pero también tengo esperanza, y sobretodo optimismo.

E: Y a nivel emocional, ¿qué has sacado de todo esto?
C: Pues tener cáncer me ha enseñado a vivir, he aprendido donde está lo verdaderamente importante, lo que normalmente, por el ritmo de vida que llevamos, pasa desapercibido, y seguramente es lo que tenga más valor del día a día. Me he reencontrado con muchos amigos, que se han preocupado por mí, todo el mundo me ha demostrado su cariño y me he sentido y me siento tan afortunado, que al final, he aprendido a buscar el lado positivo a las situaciones adversas, y en este caso, me he tomado el cáncer como un regalo. Creo que he sabido sacar a flote lo bueno de esta experiencia, y sobretodo aprender mucho de ello.

E: Para terminar, a¿lgún consejo que dar, o alguna doctrina a seguir para ser feliz ante las adversidades?
C: Yo tardé cuatro días en reaccionar y empezar a brotar, del miércoles al domingo, y da igual el tiempo que te lleve resurgir, siempre y cuando resurjas y sobretodo descubras la lección que la vida te ha impuesto en ese momento, aplicar la moraleja y no dejar que nada ni nadie te quite lo único que tenemos, la felicidad. Todo eso lo puedes contagiar a los que te rodean, y disfrutar de los momentos mágicos que pasan por delante y que no sabemos percibirlos.

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